Los noájidas somo fieles adoradores de HaShem, El D' Uno y Único.Somos leales a Israel y a los judíos, somos gentes de las 70 naciones. Creemos en TODA la REVELACIÓN DE LOS PROFETAS DE la TORÁ (escrita y oral) y DEL TANAJ. No somo idólatras, no blasfemamoS, no asesinamos, no robamos, no tenemos sexualidad impropia, no comemos partes de animales que se le trocen estando vivos, y apoyamos los órganos legislativos y ejecutivos y judiciales que promueven la justicia conforme a las leyes universales.

martes, 16 de junio de 2009

BATALLA ENTRE AYATOLÁS RELIGIOSOS Y ULTRARELIGIOSOS - POSIBLE MILITARIZACIÓN DE IRAN

Un bajorrelieve en la necrópolis de Naghsh-e-Rostam, a las afueras de Shiraz, muestra al rey Ardeshir, el fundador de la dinastía sasánida, recibiendo de manos de un representante de Dios el anillo de oro que simboliza el poder.

Hoy, 1.800 años después, el debate sobre si el poder emana de Dios o del pueblo sigue vigente en Irán. Cuando el pasado sábado el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, emitió un comunicado refrendando la contestada reelección de Mahmud Ahmadineyad (DEVOTO DEL IMÁN OCULTO), no lo hacía en tanto que político sino en su calidad de velayat-e faghih, la institución del "jurisconsulto gobernante" sobre la que el ayatolá Ruholá Jomeini fundó la República Islámica.

Una vez que Jamenei dijo que "Ahmadineyad era el presidente de todos los iraníes y que todos tenían que apoyarle", cerró las puertas al debate. Cuestionar sus palabras no suponía ya cuestionar la postura de un dirigente del que, incluso en la República Islámica, se admite que se puede discrepar. Poner en duda un pronunciamiento del líder supremo es poner en duda el velayat-e faghih, o lo que es lo mismo los cimientos del Irán posrevolucionario.

Cierto que durante la campaña los ácidos debates entre los candidatos ya sacudieron esos cimientos. Las acusaciones de corrupción que lanzó Ahmadineyad contra varios de los veteranos de esta joven república revelaban una disputa más profunda. Las diferencias en la cúpula gobernante de Irán no son una novedad.

Hubo un tiempo en que se hablaba de ayatolás rojos frente a otros que no lo eran, luego se utilizaron las etiquetas de conservadores y pragmáticos, y finalmente de reformistas y fundamentalistas. Pero hasta ahora, los trapos sucios se lavaban en casa y el líder se mantenía al margen ejerciendo de árbitro.

Ahora, el alineamiento de Jamenei con Ahmadineyad no sólo ha roto las reglas del juego sino sacado a la luz la gravedad de las diferencias entre dos sectores del régimen. Hasta tal punto, que uno de ellos está dispuesto a poner el poder emanado del pueblo por encima de los designios divinos interpretados por sus representantes en la tierra.

No nos engañemos, Mir Hosein Musaví es un hombre del sistema. Si no hubiera sido así, nunca hubiera recibido el visto bueno del Consejo de Guardianes, una especie de cámara alta designada que tiene que sancionar tanto a los candidatos a la presidencia y al Parlamento como las leyes que aprueban los diputados. Sólo 4 de 475 pasaron su veto.

El pulso político que lidian Ahmadineyad y Musaví es en realidad una reedición de la lucha que libran por el control de la República Islámica el líder supremo y el segundo hombre más poderoso de Irán, el ayatolá Alí Akbar Hachemí Rafsanyaní. Quedó claro en el momento en que Ahmadineyad atacó a Rafsanyaní y Mohamed Jatamí por apoyar la candidatura de Musaví y, curiosamente, también tachó de corrupto a Nateq-Nurí, un clérigo conservador que en 1997 perdió las elecciones frente a Jatamí.

Tomado de:

El PAÍS (Internacional).

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Batalla/poder/ayatolas/elpepuint/20090616elpepiint_36/Tes

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